“La conclusión final es que sabemos muy poco y, sin embargo, es asombroso lo mucho que conocemos. Y más asombroso todavía que un conocimiento tan pequeño nos pueda dar tanto poder.”
Bertrand Russell
¿Es la razón o la experiencia la fuente y base del conocimiento humano? Es la pregunta que nos ocupa en el segundo capítulo de la Teoría del conocimiento de Johannes Hessen. Pregunta que durante los siglos XVII y XVIII establecieron la disputa más fuerte en la filosofía moderna, entre los racionalistas y los empiristas.
Disputa que recoge la división entre Platón y Aristóteles, que Hessen señaló en la introducción del texto y que justifica su afirmación que la filosofía es un movimiento pendular entre una concepción del yo y una concepción del universo. Pues para los racionalistas, el conocimiento se fundamenta en mi capacidad de raciocinio e inferencia, es ante todo una postura de carácter lógico-deductivo. Es decir, que la experiencia no juega un papel importante a la hora de crear conceptos y relacionar contenidos, basta con la reflexión.
Para los exponentes del racionalismo “un conocimiento sólo merece, en realidad, este nombre cuando es lógicamente necesario y universalmente válido. Cuando nuestra razón juzga que una cosa tiene que ser así y que no puede ser de otro modo”. (44: 2009) Ejemplo de ello, las máximas matemáticas donde el todo es mayor que la parte o los principios lógicos de no contradicción, como que algo no puede ser y no ser al mismo tiempo. En estos casos, no es necesario para comprobar su veracidad apelando a la experiencia. Puede utilizarse sólo la deducción para comprobar que se tiene razón.
Los racionalistas, son por lo tanto dogmáticos, creen que existe un conocimiento absoluto que es deductivamente alcanzable. El racionalismo tiene en Descartes y Leibnitz son sus exponentes más importantes, aunque también se pueden encontrar en Parménides, Platón, Plotino, Cicerón y Agustín de Hipona algunos postulados en este sentido.
Frente a la orilla del racionalismo los empiristas defienden todo lo contario, es decir, utilizando una frase de Aristóteles que “no hay nada en mi intelecto que no haya pasado antes por mis sentidos”. Para estos, el hombre no tiene ningún contenido mental antes de cualquier experiencia. La experiencia es para los empiristas tanto interna como externa, y otra realidad aparte de la experiencia es impensable por los empiristas.
John Locke refutó al racionalismo de Descartes en su gran obra Tratado sobre el entendimiento humano (1690). En este texto, Locke argumenta que no existe en nuestra mente ideas anteriores a la experiencia, y que los conceptos universales son producto de nuestra capacidad de generalizar la experiencia humana. Sabemos que el todo es mayor que la parte, porque lo hemos comprobado en infinidad de experiencias con los objetos del mundo.
En medio de esta dicotomía filosófica, aparecen dos posturas que atenúan la división. El intelectualismo y el apriorismo, la primera admite que existen grandes verdades universales y generalizaciones deductivas, pero considera que son producto de la experiencia. Los conceptos parten de la experiencia, pero para encontrarlos es necesaria la reflexión.
El apriorismo postula que existen formas de conocimiento mental, pero niega que haya contenidos mentales diferentes a la experiencia. Así “Los factores a priori semejan en cierto sentido recipientes vacíos, que la experiencia llena con contenidos concretos.” (54:2009) Pero el factor mental no procede de la experiencia, se relaciona con la experiencia de manera activa y espontánea, a diferencia del intelectualismo que considera lo mental como producto de la experiencia. Kant es el exponente fundamental de la teoría apriorística del conocimiento y ésta se resume en Crítica de la razón pura (1781).
El origen del conocimiento supone el debate más interesante y fundamental de la epistemología moderna. Aún así, siguiendo los comentarios de Hessen, el movimiento pendular entre las concepciones del yo y del universo, que en este caso se manifiestan en el racionalismo y el empirismo, demuestran que no son lo uno o lo otro, sino tanto lo uno como lo otro. En este capítulo Hessen se muestra del lado kantiano que refleja una actitud criticista y una postura mediadora en el debate.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
-HESSEN, Johannes. (2009) Teoría del conocimiento. Ed. Libros Hidalgo. Bogotá.