lunes, 19 de abril de 2010

EL SENTIDO DE LA VIDA


“Quien posee ciencia y arte
También tiene religión;
Quien no posee ni una ni otra;
¡Tenga Religión!”
Goethe

La realidad humana, su ser-en-el-mundo, no es para nada algo certero o seguro. Es común a los hombres, el realizar planes, casi todos perseguimos la satisfacción de ciertas ambiciones (intelectuales, sentimentales, sociales, económicas, etc.). La insatisfacción humana encuentra en su camino profundos obstáculos y es normal que las cosas no salgan siempre como se planifican. El hombre planifica su tiempo, porque sabe que va a morir, recordemos la reflexión del filósofo alemán Martin Heidegger “el hombre es un ser para la muerte”. Si tuviésemos todo el tiempo, si fuéramos inmortales, medir nuestro tiempo y planificar en él nuestras acciones carecería de importancia.

Caronte, figura griega de la muerte


Aún así, por más fríamente calculadas que estén las cosas, solemos caer en la incertidumbre. Tal vez por ello, la humanidad en su conjunto ha buscado formas para hacer más llevadera la satisfacción de nuestras ambiciones, cierto algo que aclare el rumbo de nuestros pasos.

El fragmento de Goethe, plantea tres escenarios de tranquilidad para el hombre: ciencia, arte y religión. Los cuales corresponden a la reflexión de Sigmund Freud en su ensayo El Malestar en la Cultura, pues allí el mayor exponente del sicoanálisis, afirma: “para soportarla [la realidad], no podemos pasarnos sin lenitivos [sedantes]. Los hay de tres especies: distracciones poderosas que nos hacen parecer pequeña nuestra miseria; satisfacciones sustitutivas que la reducen; narcóticos que nos tornan insensibles a ella”. (1970:18)

La religión tranquiliza al hombre, cuando lo incierto y lo azaroso de la existencia agobia al hombre en su búsqueda por la satisfacción de sus ambiciones, la creencia en otra realidad suprasensible y perfecta, diferente a la que día a día experimentamos, permite presentar al mundo sensible como el paso a la gran realidad que se supone es el otro mundo. Y es allí donde el hombre será feliz, no en este mundo terrenal. Es un camino de seguridad que camina el creyente, reduce la importancia de la vida, pues le pone un plan y un sentido certero: es el paso que debe padecer el hombre para ir donde el creador.

Y en este caso, estamos hablando de religión en su sentido judeo-cristiano, pues representa el paradigma o el referente de nuestra sociedad occidental.

La ciencia pareciera elevarse como el contrincante número uno de la religión, como la salvadora de la realidad sensible. Pero la ciencia relega nuestra relación sensible con el mundo a un segundo plano. Para la ciencia lo real es lo cuantificable, medible y certero. Existe una voluntad de saber, de verdad que es igual a buscar tranquilidad a una existencia tan caótica. No podemos negar la importancia de la ciencia y la tecnología, pero son también sedantes como lo denuncio no sólo Freud, sino también en su momento Nietzsche. Alejan al hombre de su relación sensible y afectiva con el mundo. Día a día nos relacionamos más con y por medio de la tecnología, el Facebook o el Messenger determinan nuestras dinámicas sociales más que el contacto cotidiano en la polis (ciudad).

El arte es tal vez uno de los ámbitos humanos más admirados y criticados, pues su pretensión nunca ha sido la búsqueda de la verdad, no tranquiliza al hombre, denuncia lo más vivo de la realidad. Nos re-presenta nuestra relación con en-el-mundo, nos lo vuelve a presentar. Pero suele suceder que el arte se pone al servicio de otros intereses, intereses tranquilizadores. El arte alemán en la época nacionalsocialista fue víctima de la censura y la manipulación, pues no re-presentaba lo sensible de la relación en-el-mundo del hombre alemán, sino la necesidad de adornar los oscuros intereses de Hitler.

Nuestra sociedad de consumo, pone a la música y al arte en general al servicio de los intereses económicos. Ejemplo claro es que se promueven aquellos artistas que no dicen nada, que no re-presentan nada, manejan la voluntad de la masa, los utilizan para establecer estándares estéticos e incluso morales. Pero ese arte, no cuenta ya con espíritu, con sabor, ya no es arte en su sentido estricto. Cuando esto sucede, el arte se convierte en otro sedante que narcotiza nuestra relación con el mundo y nos torna insensibles a la realidad.

La tarea del pensar, de este pensar reflexivo que llamamos filosofía, será más que la búsqueda de tranquilidad, la lucha contra la insensibilidad. Más que demostrar algo, la filosofía plantea hoy mostrar. Mostrar lo azaroso, lo incierto y la magia que guarda la vida. Porque lo más bello de la vida, es que no tiene sentido, que no hay un rumbo determinado. Una vida determinada en su totalidad, con un destino irremediable, sería invivible. Aunque la tranquilidad es para muchos necesaria para vivir bien, no es aquello que nos tranquiliza lo más importante y esencial de nuestra vida. La vida no tiene sentido, por eso vivir vale la pena. Hay que seguir viviendo aún por curiosidad, ya que la muerte es un estado definitivo.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

FREUD, Sigmund. (1970) El malestar en la cultura y otros ensayos. Editorial Alianza. Madrid.